jueves, 27 de junio de 2013

Navegando

Otra vez aquí:

Esta semana leyendo el texto de Jose María Dempere Navegar con las ideas claras extraído de la pagina Piensa es Gratis. Este es el enlace:LINK
Comenta sobre disponer de nuestra propia carta de navegación para saber nuestro camino y destino. Desde la aceptación. Y apuesta por:

"En definitiva, hacerse amigo de la vida y crear un nuevo guión para convertirla en una obra de arte, pase lo que pase. Ser la mejor versión de uno mismo. Tener la libertad interior de decidir cómo afrontar la realidad, fuera de convencionalismos y creencias. Ver que la felicidad o la tristeza no dependen de las circunstancias, sino de cómo afrontamos las circunstancias."

Que tal si apostamos por afrontar desde nuestro margen las circunstancias para dar lo mejor a nosotros mismos y al mundo. Aportar nuestra mejor versión.
Lo voy a probar.
Saludos
Iñigo

sábado, 22 de junio de 2013

Lágrimas

Otra semana y otra historia:

La Reina llorona

Estaba la reina llorona decidida a acabar de una vez por todas con su gran problema: las lágrimas. Su gran sensibilidad hacía que éstas afloraran en los momentos más inoportunos, asunto que ella vivía como una vergonzosa vulnerabilidad que creía incompatible con su soberano puesto.

No contenta ni con su vida, ni con su persona, ni con sus lágrimas, propuso un reto a los científicos y sabios más eminentes del reino: antes de finales de ese año, al que fuese capaz de inventar una aspiradora de lágrimas, le entregaría su preciada colección de diamantes. Eeran un total de catorce, procedentes de catorce minas esparcidas a lo largo y ancho del planeta.

No tardaron en llegar al palacio los proyectos de trece máquinas diseñadas con gran esmero, belleza y eficacia para aspirar las lágrimas de la reina llorona. Pero el día treinta y uno de diciembre, a las once y tres minutos de la noche, apareció un viejito con su esposa, portando una cajita azul, pretendiendo participar con ella en el concurso. Los guardias reales no les permitieron en un principio el paso al gran salón en el que se pondrían a prueba los proyectos presentados, pero la insistencia de los mismos y su inofensiva apariencia, convencieron a su majestad para que les dejaran entrar.

La reina llorona, provista de diferentes elementos que le provocaran el llanto: retratos de seres queridos fallecidos, cartas de amor no enviadas, poesías melancólicas y un sin fin de diarios tristes que ella misma escribía sobre su insatisfecha vida; y fue probando lágrima a lágrima, máquina por máquina, hasta llegar a esa cajita azul tan misteriosa como humilde.

Los catorce participantes, aguardaban tras una puerta cerrada, en una sala adjunta, la decisión de su majestad. Allí estuvieron impacientes horas y horas, hasta que al fin, se abrió de par en par esa puerta, y con un rostro iluminado y alegre, cruzó la reina llorona el umbral y se dirigió a la pareja de viejitos, entregándoles esa caja azul, dentro de la cual depositó antes los catorce diamantes prometidos. “Ya no la necesito, quizá sea útil a otra persona”, les dijo. Agradecida a todos, los homenajeó con una gran fiesta, comida y bailes hasta altas horas de la madrugada.

Doce de los científicos quedaron mudos de asombro, pero aceptaron su derrota y comenzaron a divertirse sin más. Pero el que hacía trece, no pudo reprimir su rabia y, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, lleno de curiosidad, aprovechó un momento de distracción y destapó la tapa de la caja azul. Apartó los diamantes a un lado, buscando ese objeto que tanto había impactado a la reina y lo que encontró fue un texto escrito con una caligrafía exquisita:

“Cada lágrima es una letra del alfabeto del alma. Atiende su sabio mensaje que siempre habla de tres cosas:
algo que aceptar, algo que transformar y algo que hacer. Si aspiras las lágrimas, borras el mensaje del alma
que no tiene otro fin que el de cambiar tu vida”.

Preciosa historia con una gran lección. Aceptar las emociones, incluyo aquellas más desagradables y aprender la lección que nos enseñan. ¿que os parece?.
Abrazos
Iñigo 

sábado, 15 de junio de 2013

Horizonte

Buenas
Otra semana con otra historia. Esta vez hablamos del efecto Wallenda. Extraído de la siguiente web: (El efecto pigmalión).

Karl Wallenda era un gran equilibrista conocido en el mundo por sus arriesgadas acrobacias en la cuerda floja, buscando el más difícil todavía y a menudo sin red de seguridad. Era famoso por sus números de bicicleta sobre el alhambre, o sus pirámides haciendo equilibrios.
Después de  una vida plagada de éxitos, Karl falleció en San Juan de Puerto Rico al precipitarse desde una cuerda situada a 22 metros de altura.

Tras la muerte del equilibrista su mujer hizo unas declaraciones en las que pudo estar la clave de su caída. Relataba como en los últimos meses su marido no pensaba en otra cosa que en una posible caída. Incluso revisaba personalmente la instalación de los cables por donde cruzaba, algo que nunca antes había hecho.
Lo que sucedió fue que Wallenda dejó de centrar sus esfuerzos en cruzar la cuerda y empezó a enfocarlos en no caerse. Y fue entonces cuando realmente se cayó.

El factor Wallenda es algo que marca la diferencia entre las personas que consiguen sus objetivos y las que no lo hacen. Cuando ponemos todo nuestro corazón y empeño en el desarrollo de las tareas y tenemos un horizonte a la vista es cuando tenemos éxito en lo que hacemos. Por el contrario si empleamos toda nuestra energía en no fallar, será más fácil que fracasemos.

Esto no quiere decir que para conseguir nuestros propósitos no tengamos que fallar. El fallo es muy importante y algo que tiene que suceder y debemos abrazarlo como oportunidad de aprendizaje. Pero debemos fallar sin dejar de poner la vista en el horizonte y tener siempre en mente cuál es nuestro objetivo final, para enfocar los fallos adecuadamente.

Este es el texto y la idea de mirar al horizonte de nuestros objetivos en positivo. Dejar de pensar en las dificultades, en los errores, en lo que no queremos y centrarnos en lo que SI queremos. Esto puede ser el inicio para lograrlo.
Abrazos
Iñigo

viernes, 7 de junio de 2013

Ayuda

Otra semana con otra historia. 

La mariposa
Mi madre era hija de una pareja de campesinos  de Entre Rios . Nació y creció en el campo entre animales, pájaros y flores. Ella nos contó que una mañana, mientras paseaba por el bosque recogiendo ramas caídas para enceder el fuego del horno vio un capullo de gusano colgando de un tallo quebrado. Pensó que séria más seguro para la pobre larva llevarla a la casa y adoptarla a su cuidado. Al llegar, la puso bajo una lámpara para que diera calor y la arrimó a una ventana para que el aire no le faltara.

Durante las siguientes horas mi madre permaneció al lado de su protegida esperando el gran momento. Después de una larga espera, que no terminó hasta la mañana siguiente, la jovencita vio cómo el capullo se rasgaba y una patita pequeña y velluda asomaba desde dentro. Todo era mágico y mi mama nos contaba que tenía la sensación de estar presenciando un milagro. Pero, de repente, el milagro pareció volverse tragedia. La pequeña mariposa parecía no tener fuerza suficiente  para romper el tejido de su cápsula. Por más que haciera fuerza no conseguía salir por la pequeña perforación de su casita efímera. Mi madre no podía quedarse sin hacer nada. Corrió hasta el cuarto de las herramientas y regresó con un par de pizas delicadas y una tijera larga, fina y afilada que mi abuela usaba en el bordado. Con mucho cuidado de no tocar al insecto, fue cortando una ventana en el capullo para permitir que la mariposa saliera de su encierro. Después de unos minutos de angustia, la pobre mariposa consiguió dejar atrás su cárcel y caminó a los tumbos hacia la luz de la ventana.

Cuenta mi madre que, llena de emoción, abrió la ventana para despedir a la recién llegada, en su vuelo inaugural. Sin embargo, la mariposa no salió volando, ni siquiera cuando la punta de las pinzas la rozó suavemente. Pensó que estaba asustada por su presencia y la dejó junto a la ventana abierta, segura de que no la encontraría al regresar. Después de jugar toda la tarde, mi madre volvió a su cuarto y encontró junto a las ventana a su mariposa inmóvil, las patas pegadas al cuerpo, las patitas tiesas hacia el techo. Mi mama siempre nos contaba con qué angustia fue a llevar el insecto a su padre, a contarle todo lo sucedido y a preguntarle qué más debía haber hecho para ayudarla mejor. Mi abuelo, que parece que era uno de sus sabios casi analfabetos que andan por el mundo, le acarició y le dijo que no había nada más que debiera hacer hecho, que en realidad la buena ayuda hubiera sido hacer menos y no más.

Las mariposas necesitan de ese terrible esfuerzo que les significa romper su prisión para poder vivir, porque durante esos instantes, explicó mi abuelo, el corazón late con muchísima fuerza y la presión que se genera en su primitivo árbol circulatorio inyecta la sangre en las alas, que así se expanden y la capacitan para volar. La mariposa que fue ayudada a salir de su caparazón nunca pudo expandir sus alas, porque mi mama no la había dejado luchar por su vida. Mi madre siempre nos decía que muchas veces le hubiese gustado aliviarnos el camino, pero recordaba a su mariposa y prefería dejarnos inyectar nuestras alas con la fuerza de nuestro propio corazón.


Interesante reflexiones que podemos sacar. Aprender a vivir supone un esfuerzo personal, supone lucha, supone sufrir, supone disfrutar también. Asumir esto nos facilita comprender cual es la mejor ayuda que podemos ofrecer a las personas que queremos. A veces hay aprendemos mejor con un golpe porque ese aprendizaje queda más marcado en nuestra cabeza o historia. Mucho más marcado que los mil consejos o ayudas recibidas para no hacernos daño.
Luchar y ayudar. Dos ideas fuerzas para manejarnos en nuestra vida.
Un abrazo
Iñigo