Muy buenas mundo.
Otro jueves más con una reflexión. Esta vez de Contarcuentos y dice así:
No perder la calma
En un monasterio había un anciano monje ante el cual los jóvenes novicios se sentían intimidados; no porque fuera severo con ellos, si no porque nada parecía perturbarlo o afectarlo nunca.
Así, veían en él algo inquietante y le temían. Al fin sintiendo que no podían soportar más esa situación, decidieron ponerlo a prueba. Una oscura mañana e invierno, cuando era tarea del anciano llevar la ofrenda del té a la sala del Fundador, el grupo de novicios se oculto en un recodo del largo y sinuoso corredor que a ella llevaba. Al pasar le anciano, salieron de su escondite dando alaridos como una horda de demonios.
Sin que su paso vacilará, el anciano siguió andando con calma, llevando cuidadosamente el té. En la siguiente vuelta del corredor, como él bien sabía, había una mesita. Se dirigió hacia ella en la oscuridad, depositó la taza, la cubrió para protegerla del polvo, y entonces, apoyándose sobre la pared, prorrumpió:
- ¡Oh, oh, oh! – en exclamaciones de susto.
Un maestro del Zen, al relatar esta anécdota, comentaba:
- Se ve, pues, que nada tiene de malo las emociones.
- Sólo que no debe dejarse que nos arrastren o perturben lo que estamos haciendo.
Pequeña historia que nos apela a no desviarnos de nuestro objetivo. A manejar las emociones para que no nos perturben y nos desorienten de nuestro fin primordial. Necesitamos mantenernos en un estado de bienestar y hay cosas, personas, situaciones o emociones que nos pueden confundir y desequilibrar. Aprender. Dotarnos de las herramientas que nos sirvan para manejarnos. Al final de la sesión no hemos hecho mucho caso del título y hemos perdido la calma. No importa, la siguiente sesión aprenderemos, es una experiencia más que nos ayuda a crecer. Gracias a todos.
Buen fin de semana y un montón de ánimos.
Iñigo

No hay comentarios:
Publicar un comentario