Dos reflexiones. La historia del aguila vista en la pantalla. Os la pondré más adelante en el blog y un texto un poco denso de Javier Malonda que a mi me sirve mucho y que me gustaría que fuese una propuesta de interacción en los grupos en los que participamos.
Hablar desde uno mismo
—¡Yo, mí (mi), me, conmigo! —repetía una y otra vez mi profesora de PNL durante las clases.
De acuerdo al modelo del metalenguaje de la PNL, existen las llamadas frases de “ejecución perdida”. Son frases en las que se dice que alguien hace algo pero no se especifica quién. Los refranes son ejemplos de ejecución perdida. En estas frases no hay una persona ejecutando una acción, lo que hace que se pierda mucha información que se podría recuperar de otro modo y añade confusión a la comunicación.
Hablar de esta manera es muy útil y muy común. Se escucha mucho en todos los ámbitos. Y es tan común porque permite desentenderse de la responsabilidad de lo que se ha dicho. “El descenso de la ocupación hotelera es preocupante”. ¿Preocupante para quién? ¿Debería preocuparme yo también?
Imagina una pareja discutiendo. En un momento él dice “La confianza es muy importante en una relación”. Es una frase con la que todos podemos estar de acuerdo, y sin embargo, quizá precisamente por eso, aporta muy poco. No se sabe qué es exactamente la confianza para cada una de las dos partes implicadas, y tampoco explica la frase cómo se conecta la confianza con la persona que habla. ¿Qué va a hacer esa persona al respecto? ¿Qué es lo que entiende por confianza? El sujeto de esta frase (“confianza”) es un concepto, algo inexistente en el mundo sólido, y que desde luego no va a resolver los problemas de la pareja por sí solo por muy importante que sea.
“Esa no es la manera de dirigir una empresa”. ¿Cómo se conecta quien lo dice con la manera de dirigir la empresa? ¿Es un pensamiento propio? ¿Qué tiene esa persona que decir al respecto? ¿Cuál es su experiencia personal? ¿Cómo sabe lo que sabe?
En el otro extremo de estos ejemplos está la opción de emplear los pronombres de la primera persona cada vez que hablemos. “Yo pienso esto”, “Esta situación me resulta incómoda”, “Eso me gusta”, “Yo voy a hacer aquello”, etc. Es decir, cada visión u opinión que compartimos está claramente conectada con el Yo. Cada vez que expresamos algo, dejamos claro que se trata de nuestro punto de vista sobre ese algo, de cómo nos sentimos al respecto, de lo que pensamos, de lo que vamos a hacer, etc. Es una excelente manera de exponerse o “mojarse”, de decir “aquí estoy yo y esto es lo que pienso” y de, a la vez, ser más consciente de lo que uno dice y cómo esas palabras se relacionan con uno mismo.
Mucha gente asocia el empleo del pronombre personal con el egoísmo, e incluso he llegado a escuchar que la gente que habla así es porque tiene un ego grande. Lo cierto es que hablar y actuar desde uno mismo es el fundamento de la responsabilidad y uno de los pilares del poder personal. Aquel que se expresa conectando lo que dice consigo mismo, ya hable de su punto de vista, sus pensamientos o sus sentimientos, es difícilmente rebatido porque habla de sí mismo, y en eso es y será la mayor autoridad que exista en el mundo. Uno siempre está en lo cierto cuando habla de sí mismo. La contrapartida es que también es responsable de lo que dice, pero si estás leyendo esto probablemente es porque te interesa desarrollar tu propio poder y la responsabilidad que de él se sigue.
Siendo que la mayoría de la gente habla en ejecución perdida y que somos muy influenciables, conviene también aplicar un filtro mental para percibir las situaciones con más claridad.
En ese sentido, un tipo de frase muy habitual es la del tipo
“A es B” donde A es un sujeto y B un adjetivo, como en la anterior frase “El descenso de la ocupación hotelera es preocupante”. Cada vez que alguien diga una frase de ese tipo en tu presencia, añade mentalmente “… para mí”, de manera que sepas que el descenso de la ocupación hotelera es preocupante para esa persona y solamente para ella. Luego podrás decidir lo que significa el descenso de la ocupación hotelera para ti, pero asegúrate primero de que en tu mente distingues que A es B para esa persona, y sólo para ella, por mucha confianza que te sugiera su tono de voz o su lenguaje corporal. A es B significa, siempre, que A es B para alguien, y sólo para ese alguien. No se trata, ni mucho menos, de una verdad universal. Deja que cada uno defina las cosas como quiera, y ten muy claro que tú tienes tus propias definiciones.
Hablar mucho diciendo muy poco, empleando para ello nominalizaciones y frases de ejecución perdida, suele ser sinónimo de manipulación. Los políticos saben mucho de ello.
Resumiendo: habla siempre desde ti.
¡Yo, mí, me, conmigo!
Este es el texto que os propongo para reflexionar. Cambiemos nuestro chip al hablar, asumamos nuestras palabras, tomemos la responsabilidad sobre las mismas como forma de aceptarnos y aceptar a los demás. Yo pienso que..., Me siento....cuando tu..., mi idea es...
Bueno casi nada. Prepararos porque seguiremos practicando las próximas semanas
Un abrazo.
Iñigo
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